viernes, 21 de enero de 2011





Pablo Clase, hijo
Especial para LISTÍN DIARIO
Santo Domingo

Si uno de los atractivos principales de Rubirosa fue su “sexappeal”, no menos lo fue su elegante estilo de cortejar a las damas. La galantería y gentileza que prodigaba en todo tiempo lo hacían parecer como un caballero del siglo XIX, con la costumbre de dispensar elogios cortesanos y halagar a las doncellas por medio de rosas rojas, presentes, prendas y otras demostraciones románticas.

Vestía con suma galanura y escogía con extremado cuidado la colonia conveniente para cada ocasión. Su figura siempre esbelta y sus gestos donosos fueron los aditamentos inherentes que aseguraron su éxito.

Precisamente los encantos que emanaban de este simpático seductor le ganaron el amor de la actriz más sensacional de la época: la beldad húngara Zsa Zsa Gabor.

La conoció de modo inevitable. Al “playboy del siglo” no podía escapársele la “Venus de Hungría”, que era reputada como el símbolo sexual femenino en sus años de esplendor. El primer encuentro con ella fue casual, pero los que siguieron fueron inducidos estratégicamente por él.

Todo empezó el 1.8 de enero de 1953 en Nueva York, en un ascensor del Hotel Plaza. Zsa Zsa había regresado del aeropuerto, después de haber despedido a su esposo George Sanders, quien debía rodar una película en Roma.

La actriz se había disgustado con él por no quedarse a presenciar el estreno de “Moulin Rouge” (John Huston, 1952), el filme que constituyó el triunfo que la condujo a la fama artística.

Así, enfadada y de mal humor, se disponía a entrar al ascensor del hotel cuando escuchó a sus espaldas la voz vibrante de un hombre que le decía en inglés: “Buenos días, señora, ¿qué hace usted por acá en Nueva York?”.

Ella se volvió y se topó frente a frente con Porfirio Rubirosa, nítidamente vestido con un traje oscuro, sonriente y mirándola fijamente a los ojos. Ella vestía un abrigo de visón y sujetaba grácilmente dos perritos de lana. Era una mujer sumamente hermosa.

Por un instante Zsa Zsa quedó confundida, pero rápidamente comprendió que estaba frente al hombre que había visto aparecer con frencuencia en los periódicos y que unos meses atrás había visto en persona en el hotel Les Ambassadeurs, en Londres. En aquella ocasión la actriz se hallaba cenando con el conde John Debenden y, cerca de ellos, en otra mesa, estaban sentados Ayisa, el maharaní de Jaipur; la princesa Hohenloe, Honeychile Wilder y Rubirosa. En un momento Rubirosa se trasladó a otro salón y pasó cerca de la mesa donde estaba Zsa Zsa; el conde lo señaló, diciendo: “Ahí va ese tipo absurdo, Rubirosa”. Ella, llena de asombro, exclamó: “¡Ese! ¡Definitivamente no es mi tipo!”.

Era un descubrimiento decepcionante para ella, pues, días antes, sin saber de quién hablaba, había amenazado a su marido con tener un romance con “el famoso Rubirosa” si seguía flirteando con Doris Duke.

Por su mente no pasaba que fuera un tipo de esa fisonomía, pero tampoco imaginaba que de todas formas sería una víctima del poder seductor de aquel tipo que “definitivamente no era su tipo”.

Ahora en el ascensor trata de reponerse de su mal humor y le contesta a Rubi que solo estaba asistiendo al estreno de su película. Rubi entonces añadió: “Qué placentera coincidencia. Me encuentro aquí con mi presidente, general Trujillo. Si en alguna ocasión nos pudiera usted acompañar a una copa, estaríamos muy honrados”.

“Quizás en alguna ocasión le acompañe”, repuso ella, saliendo del ascensor en el noveno piso en donde estaba su suite.

Al poco tiempo el galán le envió una enorme cantidad de rosas rojas con una tarjeta que decía: “Don Porfirio Rubirosa, ministro pleniponteciario de la República Dominicana”, y en letras cursivas más abajo, “para una muy bella dama: Rubi”. Aquella misma noche la llamó para invitarla a compartir una copa en la suite de ella, pero estaba toda despeinada y no quería recibir visitas en ese momento.

A Rubi se le ocurrió mudarse en la habitación contigua a la de Zsa Zsa y luego le informó que por coincidencia era su vecino. Desde luego este tipo de coincidencias era parte de su plan de ataque, ya lo había utilizado con Danielle muchos años atrás.

Antes de llegar la hora del estreno de “Moulin Rouge”, Porfirio llamó a Zsa Zsa en un momento en que ella tenía problemas con el cierre de su vestido. Ella cogió el teléfono y sin poder contenerse estalló: “¡Monsier le Ministre! Le pareceré tonta, pero no hay un alma aquí, se me hace tarde y tengo problemas con el cierre de mi vestido”. “Muy simple ñcontestó Rubi con voz serena-, sólo tiene usted que abrir su puerta, yo la mía yÖ”.

En efecto, las puertas fueron abiertas y ahí apareció la figura elegante de Rubi con una sonrisa a flor de labios. Con suma delicadeza le subió el cierre del vestido, echó el abrigo sobre los hombros de ella y le acompañó hasta la puerta. Rubi no daba muestras de impaciencia, pero la verdad es que estaba a punto de enloquecer si no conseguía una cita con ella. “¿Nos veremos más tarde, madame?”. “Quizás ñreplicó ella, con su encantadora sonrisa- después de la función”.

Cuando la actriz regresó al hotel después de su exitoso debut bajo la aclamación del público, le aguardaba una invitación de Rubi para venir con él y otros distinguidos invitados al “Salón Persa” del mismo hotel. Zsa Zsa aceptó y se reunió con Rubi y sus amigos, entre los cuales se encontraba el príncipe Bernadotte.

Rubi se encargó de seleccionar la champaña, dando muestra una vez más de ser un gran conocedor. Zsa Zsa nunca pudo olvidar la primera impresión que sintió esa noche. “Este hombre moreno ñnarra en sus memorias- de ojos radiantes mirándome, envolviéndome con una mirada de tal intensidad que sentía como si todo el mundo se esfumara y sólo permanecíamos él y yo”.

(Del libro: “Porfirio Rubirosa,
el primer playboy del mundo”,
de Pablo Clase hijo)

EL SEDUCTOR Y LA DIVA
¿Qué pensaba la húngaroamericana de Rubirosa? Zsa Zsa Gabor, actriz sensacional de las décadas de los 50 y 60, ha tenido nueve esposos, un récord de bodas que ni Elizabeth Taylor ha superado (solo se ha casado 8 veces).

Pero, aunque no contrajo matrimonio con Porfirio Rubirosa, fue grande el impacto de este romance.

Sobre sus impresiones del playboy, al tratarlo de cerca, ella dijo: “El señor Rubirosa me miró fijamente. Se me acercó más, pero no me tocó.
No había la menor duda; un cautivador magnetismo emanaba de este hombre…”.

En otro momento expresa con verdadera animación: “Tú sientes como que este hombre va a romper paredes, derribar montañas, tornar el mundo para alcanzarte.

Él es salvaje, impaciente, un hombre violento. Pero te da el corazón cuando te desea, y te desea todo el tiempo, es con tal obstinación que no te deja tiempo de pensar, protestar, imponerte…”.